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En este tratado nos gustaría compartir con vosotros nuestra creencia de que Dios ama a todos sus hijos de la misma manera y quiere tener una relación plena con ellos cuando se deciden a vivir con Él.
Por tanto, el Espíritu Santo llena sus corazones al arrepentirse, sin aplazamiento alguno. Eso es el bautismo en el Espíritu, es decir, la respuesta inmediata de Dios a la decisión de cada hombre.
Basándonos en pasajes bíblicos quisiéramos explicar por qué creemos esto e intentamos evidenciar los errores de la doctrina carismática-pentecostal que separa la conversión y el bautismo en el Espíritu Santo.
1 El significado del término “bautismo en el Espíritu Santo” en el Nuevo Testamento
El término “bautismo en el Espíritu Santo” está presente en todos los evangelios: Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33. Las palabras de Juan el Bautista se refieren a Jesús: “Él bautizará en el Espíritu Santo”. Jesús es más poderoso que Juan.
Este último llamó a la gente para que se arrepintiese de sus pecados; Jesús, en cambio, es capaz de darle también a la gente el poder de Dios a través del Espíritu Santo para vivir una vida santa.
Esta promesa anunciada por Juan se cumplió en Pentecostés en el año 30, tal y como Jesús lo había predicho antes del día de su ascensión (Hechos 1:4–8). Los discípulos, que antes se escondían detrás de puertas cerradas por miedo a los judíos (Juan 20:19), una vez recibido el Espíritu Santo proclamaron el evangelio con mucho valor y sabiduría (Hechos 2:14).
2 El caso particular de los discípulos: la distancia temporal entre su conversión y el bautismo en el Espíritu Santo
Los primeros discípulos decidieron seguir a Cristo, pero tuvieron que esperar hasta el día de Pentecostés en el año 30 d.C. para ser bautizados en el Espíritu. La razón de esta distancia temporal la encontramos en las palabras de Jesús:
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Paráclito no vendría a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. (Juan 16:7)
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que tenían que recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
(Juan 7:37–39)
Estos pasajes demuestran que los discípulos estaban en una situación particular: a pesar de haber decidido seguir Jesús cuando lo conocieron, recibieron el Espíritu Santo más tarde, sólo después de la glorificación de Jesús1 . Tuvieron que esperar porque el Espíritu todavía no había sido enviado (Juan 7:39). Una vez enviado el Espíritu (la tercera persona de Dios fue revelada en Pentecostés), aquellos que habían decidido seguir a Jesús ya no tenían que esperar: podían ser llenados inmediatamente del Espíritu Santo.
3 La situación de los cristianos después de Pentecostés: el bautismo del Espíritu Santo durante la conversión – la plenitud del Espíritu sin “aplazamiento”
Desde el acontecimiento de Pentecostés, la conversión y el bautismo en el Espíritu ya no son dos acontecimientos separados. Cuando alguien abre su corazón e invoca a Dios para que entre en su vida, Dios no tarda en revelarle su amor y lo derrama inmediatamente sobre el corazón del creyente:
Y yo rogaré al Padre, y os enviará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque habita entre vosotros, y estará en vosotros. […] Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y habitaremos con él. (Juan 14:16–17.23)
Jesús primero habla del envío del Espíritu Santo, de que estará con los creyentes para siempre, y luego habla del mismo Padre. Eso significa que al recibir el Espíritu Santo, Dios Triuno habitará entre nosotros. Así como no solamente una parte del Padre ni solamente una parte de Jesús hacen morada con nosotros, así tampoco el Espíritu se derrama parcialmente sobre el corazón del que se acaba de convertir. La única condición para experimentar esto es amar a Dios y decidir cumplir sus mandamientos. En este caso, Dios no tarda en demostrar su amor y viene inmediatamente a derramar su Espíritu en el corazón del creyente:
… y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos 5:5)
Es muy ajeno al carácter de Dios el hecho que dé solamente una parte de su amor a los que le anhelan. Además, el Espíritu Santo es una persona que no puede ser dividida en “partes” o “raciones”, como una masa de agua. Su obra, a menudo, es comparada con el agua que da vida, refresca y apaga la sed, pero en ninguna parte se puede leer que Dios primero dé una cantidad pequeña de agua y más tarde la cantidad completa. Cuando el Antiguo Testamento promete el Espíritu Santo usando la imagen del agua, siempre habla en términos de plenitud: Isaías 32:14–16; 44:1–5; 43:19–20; 41:17–20; 35:7; 55:1–2; 58:11; Joel 3:18; Ezequiel 47:1–12).
El Espíritu Santo es una persona, tanto si está presente en el corazón de la gente como si no. Si está presente, lo está de forma completa, entero e indiviso y, por consecuencia, llena el corazón del creyente.
Nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de placeres y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, odiados y odiándonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor para con la humanidad, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo2, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo, nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. (Tito 3:3–7)
En este contexto, Pablo habla del arrepentimiento. Antes éramos desobedientes, pero Dios nos salvó por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación en el Espíritu Santo, el cual se derramó en nosotros abundantemente, es decir POR COMPLETO. Eso significa que el arrepentimiento y la completa recepción del Espíritu (es decir, en Su plenitud, ya que “completamente” no significa “parcialmente”) no se pueden considerar como dos eventos separados, entre los cuales hay una diferencia temporal.
Si alguien no ha recibido al Espíritu abundantemente, quiere decir que no está lavado, ni renovado, ni regenerado y, en consecuencia, no está salvado, ni justificado, ni tiene como herencia la vida eterna (v.7).
En otro pasaje, Pablo asocia el pensamiento de recibir el Espíritu abundantemente con el de ser un miembro de la comunidad cristiana.
Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo, porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (1 Corintios 12:12–13)
A todo miembro de la comunidad se le dio a beber de un mismo Espíritu. Dar a beber es, de nuevo, una expresión fuerte de abundancia. Como ya hemos dicho antes, el Espíritu, como persona, sólo puede darse enteramente, y no parcialmente. Si le da a beber a una persona, le da todo, NO le da, en primer lugar, un trago y después el resto. Tal doctrina es más bien propia del pensamiento oriental sobre un Dios impersonal y una masa de energía, en vez del Dios personal que se ha revelado a través de la Biblia.
Si existieran dos pasos en la recepción del Espíritu Santo, tendría que haber dos grupos o tipos de cristianos en la Iglesia, conforme a la cantidad de Espíritu que tuvieran. Pero en 1 Corintios 12 no encontramos tal imagen de la Iglesia. Leyendo el contexto, se ve que Pablo afirma que cada miembro de la Iglesia es precioso por tener el mismo Espíritu que vive en él, por medio del que confiesa a Jesucristo como Señor y le otorga dones: 1 Cor 12:2–11. Sí que hay diferencias en cuanto a los dones, ministerios y sus efectos, pero en ninguna parte Pablo habla de una diferencia en cuanto a la cantidad de Espíritu que uno tiene, aunque, si tal distinción hubiera existido, habría sido muy oportuno mencionarla en los versículos 4–6. Todos los dones listados en los versículos 8–10 son señales de que uno está lleno del Espíritu – y no solo con el don de hablar lenguas, como lo enseña la doctrina carismática, que lo considera como una prueba evidente de que alguien ha sido bautizado en el Espíritu Santo.
Romanos 8:1–17 también excluye la posibilidad de una comunidad cristiana dividida en dos grupos. Pablo, aquí, compara dos tipos de personas, pero no dos tipos de cristianos. Hay personas que viven según la carne: viven en enemistad con Dios, no pueden agradarle y están muertos espiritualmente. No son cristianos. No hay cristianos “carnales” (como la doctrina carismática suele llamar a la gente que es “cristiana” sin ser bautizada en el Espíritu Santo)3. El otro grupo representa los que viven según el Espíritu (en v.4, Pablo se incluye también a sí mismo). Luchan contra el pecado, es decir, hacen morir las obras de la carne y son guiados por el Espíritu de Dios. Sólo ellos son hijos de Dios. Pablo usa la expresión: “…clamamos: ¡Abba Padre!” a través del Espíritu, lo que también demuestra que es una consecuencia de estar llenos del Espíritu. Dios quiere compartir todo Su ser con Sus hijos, desde el comienzo, con el fin de apoyarles en sus luchas. Él nos da la plenitud para que podamos experimentar esa relación profunda con Él, que Pablo nos describe aquí (v.15). Las personas recién convertidas suelen tener luchas espirituales fuertes, ¿cómo es posible, entonces, que Dios les dé solamente una parte de Su Espíritu consolador?
El ejemplo de Pablo en Damasco también demuestra que no se pueden separar la abundancia del Espíritu y el arrepentimiento: Hechos 9:17–18. Además, cuando Ananías le impone las manos, no hay el más mínimo indicio de que Pablo recibiera el don de hablar lenguas ni cualquier otro don visible del Espíritu.
También en Hechos 10:44–48, en el caso de Cornelio, se ve que al arrepentirse, el Espíritu fue derramado sobre él y toda su casa y, lo que es más, sucedió antes del bautismo con el agua (mientras que, según la doctrina carismática, el orden debería ser: arrepentimiento, bautismo con el agua, bautismo en el Espíritu Santo).
4 Estar lleno del Espíritu: la relación con el Espíritu Santo en la vida cristiana
Al arrepentirnos, Dios empieza a habitar en nosotros por medio del Espíritu Santo. Eso crea una relación con Él, la cual se puede reforzar a través de la obediencia (buenas decisiones, entrega, oración), pero también debilitar por causa de la desobediencia. Expresiones como la de “estad llenos del Espíritu” en Efesios 5:18, o la de “no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios” en Efesios 4:30, demuestran que depende fuertemente de nosotros, de nuestra obediencia, hasta qué punto el Espíritu puede obrar en nosotros. Pablo dice algo parecido en Gálatas 5:25: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”.
En Hechos 4:31, los primeros cristianos oraban encarecidamente y experimentaban que su fe se fortaleció a través del Espíritu Santo:
…cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios.
La expresión “estar lleno del Espíritu” la encontramos también en otros pasajes del libro de los Hechos, en los que el Espíritu Santo fortaleció a alguien que estaba en una situación difícil: Hechos 4:5–10; Hechos 13:9–12. En este caso, estar lleno del Espíritu significa algo diferente que p.ej. en Hechos 2:4 o en otros pasajes, donde alguien se arrepintió y recibió el Espíritu Santo (p.ej. Hechos 9:17). Aquí no se trata del comienzo de la relación con el Espíritu, sino de su fortalecimiento y de la experiencia especial del poder y de la ayuda de Dios.
Cuando leemos que un cristiano está lleno del Espíritu Santo, no quiere decir que él estuviera bautizado en el Espíritu y otros no, sino que significa que por su obediencia, la obra del Espíritu era visible en su vida, como se ve p.ej. en Hechos 6:5: “…y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo”. Eso, seguramente, no quiere decir que, a diferencia de Esteban, los demás seis hermanos no estuvieran bautizados en el Espíritu.
5 Pasajes mal interpretados en la doctrina carismática
Hay algunos pasajes en el NT que los carismáticos usan para demostrar que el arrepentimiento y el bautismo / la plenitud del Espíritu son dos cosas diferentes. Si mantenemos presentes las explicaciones de arriba, no habrá ningún problema en la buena comprensión de esos pasajes.
Nicodemo – nacer del agua y del Espíritu
… el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. (Juan 3:5)
La interpretación carismática es la siguiente: el bautismo del agua y del Espíritu son dos eventos diferentes, como bien demuestra la conjunción “y”. Como ya hemos explicado respecto a Tito 3 (y en la nota n.° 2 a pie de página), en el lenguaje de la Biblia dos expresiones unidas por “y” representan, a menudo, un paralelismo, es decir, ambas se refieren al mismo contenido, mientras que subrayan aspectos diferentes. Hemos mencionado también que en el AT, “agua” se usa como metáfora para el Espíritu, p.ej.:
Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, ríos sobre la tierra seca. Mi espíritu derramaré sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre la hierba, como los sauces junto a las riberas de las aguas. (Isaías 44:3–4)
El derramamiento de aguas sobre el sequedal y el Espíritu sobre la descendencia de Israel, en realidad, no representan dos eventos separados, sino que se refieren al mismo acontecimiento. Israel se compara con un sequedal y, luego, una vez recibida la bendición, que es el Espíritu (el Espíritu y la bendición, de nuevo, representan un paralelismo) con los sauces junto a las riberas. Por tanto, el nuevo nacimiento en el Espíritu mencionado en Juan 3 simplemente se refiere a la renovación en el Espíritu Santo, al igual que el agua renueva al que es lavado por ella.
En Ezequiel 36:22–38, encontramos expresiones parecidas que describen aún mejor el nuevo nacimiento o “nacimiento de arriba”4 Hablan de la obra santificadora de Dios y representan un buen pasaje paralelo a lo que Jesús quería transmitir en Juan 3. Además, el Señor esperaba que Nicodemo, como maestro de Israel, entendiera estas cosas.
Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis purificados de todas vuestras impurezas, y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:25–27)
El contexto del pasaje habla de un acontecimiento que va a venir (el nacimiento de arriba que presupone el arrepentimiento por parte del hombre) que se efectuará por el poder de Dios y no por los hombres, como es el caso del bautismo en agua. Si, en Juan 3:5, Jesús se había referido al bautismo con agua, ¿por qué, a partir del versículo 6, habla sólo del Espíritu y no dice ni una palabra sobre el bautismo con agua? Si separamos agua y Espíritu, llegamos al mismo problema que hemos mencionado acerca de Tito 3: Los que reciben sólo el bautismo con agua no pueden entrar en el reino de Dios. Por consiguiente, aún habiéndose convertido y sometido al bautismo con agua, mientras no reciban el bautismo en el Espíritu, no son ciudadanos del cielo.
No obstante, según Filipenses 3:20 “nuestra ciudadanía está en los cielos”, lo que es válido para todo aquel que se ha convertido a Jesús.
Juan 20:19–23: “Sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” — ¿Cómo que antes de Pentecostés?
Como hemos demostrado arriba, la condición para el envío del Espíritu Santo fue que Jesús dejara este mundo y fuera glorificado (Juan 7:39 y 16:7). En Juan 20, esta condición aún no se había cumplido, ya que Jesús todavía no había ascendido al Padre en su gloria. Por tanto, hay que excluir que en aquella situación los discípulos recibieron ya el Espíritu Santo. El versículo 22 representa la confirmación de la promesa de Jesús en los discursos de despedida relacionada con el envío del Paráclito. Jesús quería recordar a sus discípulos, que se alegraban de Su presencia, que habría que dejar el mundo: no obstante, no les dejaría huérfanos, sino que les enviaría el Espíritu Santo. El acto simbólico de la expiración podía ayudarles a entender la conexión entre Jesús y el Espíritu Santo, que recibirían algunos días después (Hechos 1:5).
Hechos 2:37–39: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” – ¿Se puede separar lo primero de lo segundo?
No hay ninguna base para concluir de este pasaje que la conversión junto con el bautismo y la obtención del Espíritu Santo sean dos eventos separados, como si hubiera entre ellos un período de espera. ¿De qué otra manera habría podido expresarse Pedro para afirmar que la respuesta a la conversión fue la obtención inmediata del Espíritu Santo, como don de Dios, y el bautismo en agua, como acción efectuada por los apóstoles? De los versículos 42–47, se puede ver que el Espíritu Santo inmediatamente y con gran poder comenzó a obrar, llenando sus corazones y haciendo grandes milagros entre ellos, como el amor fraternal y la unidad.
Hechos 8:5–24: La conversión de los Samaritanos y la venida “aplazada” del Espíritu.
Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegados, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. (Hechos 8:14–16)
El anuncio del Evangelio entre los samaritanos fue un evento histórico, demostrando que no eran los judíos los únicos invitados al reino de Dios. Debido a la hostilidad secular entre samaritanos y judíos hizo falta que Pedro y Juan, como apóstoles y columnas de la iglesia, fueran a Samaria para saludar a los recién conversos y expresarles su aceptación como nuevos hermanos en Cristo. Mas ¿qué quiere decir que el Espíritu aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús”? Basándonos en la primera parte de este tratado, seguramente no podemos concluir que al convertirse los samaritanos no estaban llenos del Espíritu Santo. El descenso del Espíritu sobre ellos, por tanto, habrá de expresar algo diferente. Tiene que referirse a una acción poderosa y milagrosa del Espíritu 5 ; una clara señal de la presencia de Dios en su vida. Debería haber sido algo visible como en v.18: “vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo”. Por tanto, v.17 “recibían el Espíritu Santo” significa que recibieron el don de hablar lenguas como confirmación de que el Espíritu obraba en ellos, pero no quiere decir que en aquel mismo momento el Espíritu descendiera sobre ellos. El hecho de que este evento se produjera a través de las manos de Pedro y Juan, en vez de Felipe, puede interpretarse por la situación especial de los samaritanos. Era importante que su aceptación en la iglesia fuera afirmada por los apóstoles6.
Hechos 19:1–7 Los doce apóstoles de Juan Bautista
“¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” Ellos le dijeron: “Ni siquiera habíamos oído que hubiera Espíritu Santo.” (Hechos 19:2)
Aquellos discípulos estaban bautizados en el bautismo de Juan, es decir, eran discípulos de Juan Bautista y seguidores de su doctrina, pero no conocían la doctrina de Jesús ni sabían nada del Espíritu Santo. Por consecuencia, no podemos considerarlos cristianos. Lo que sí podemos suponer es que eran hombres provenientes de Asia Menor que habían oído acerca de Juan Bautista, se habían arrepentido de sus pecados e intentaban vivir una vida íntegra según sus conocimientos. Por tal razón se llaman “discípulos” en v.1 y Pablo los considera creyentes en v.2. Parece que incluso vivían en comunidad. Habían llegado a conocer el cristianismo a través de Pablo y lo habían aceptado inmediatamente. Decidieron seguir a Cristo, por lo cual Pablo les bautizó, y recibieron inmediatamente el Espíritu Santo. Al imponerles Pablo sus manos, obtuvieron también algunos dones espirituales, como el don de hablar en lenguas y la profecía.
Hechos 18:23–28: Apolos
Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solo conocía el bautismo de Juan. (Hechos 18:25)
Aunque leemos que Apolos tampoco conocía más que el bautismo de Juan, su caso es muy diferente de lo de los doce discípulos en Hechos 19:
- Había sido instruido en el camino del Señor.
- Era de espíritu fervoroso (rf. Romanos 12:1, como único pasaje paralelo con la misma expresión, trata claramente de cristianos).
- Hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor.
- Comenzó a hablar con valentía en la sinagoga.
- Al oírlo, Priscila y Aquila, le expusieron con más exactitud el camino de Dios
- No fue bautizado por Priscila y Aquila.
Todo esto demuestra que Apolos estaba en un nivel espiritual completamente diferente a los doce discípulos de Éfeso. Aunque había cosas que aún no sabía de Jesús y de la doctrina cristiana, Aquila y Priscila lo consideraban como hermano en Cristo. Por consecuencia, no lo bautizaron, sino que sólo le explicaron lo que le faltaba.
Hebreos 6:1–2: los bautismos como doctrina elemental de Cristo
…la doctrina de bautismos… (Hebreos 6:2ª)
El término griego en Hebreos 6:2ª, traducido por Reina Valera 1995 como “bautismos” (en griego: baptisma, plural de baptismos), se menciona también en cap.9:10 de la misma epístola: “diversas abluciones” que se refieren a las abluciones rituales prescritas por la ley mosaica. La epístola a los Hebreos tiene como meta principal animar a los judeocristianos para que no recaigan en el judaísmo y demostrar la diferencia entre la fe del Antiguo y del Nuevo Pacto. Por tanto, consideramos más probable referir la afirmación de Hebreos 6:2ª a la instrucción sobre el hecho de que se ha de distinguir entre el bautismo de Jesús y las abluciones rituales según la ley y otras abluciones usuales del Antiguo Testamento, como el bautismo de prosélitos o el bautismo de Juan. Esto, de verdad, representa una doctrina fundamental que los destinatarios habían entendido al convertirse y que el autor quiere recordarles. Esta interpretación no apoya la teoría carismática (abluciones = bautismo en agua y bautismo del Espíritu Santo), pero encaja muy bien dentro del contexto y la doctrina de Hebreos.
Lucas 11:5–13
… cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lucas 11:13b)
Basándose en este pasaje, los carismáticos y pentecostales suelen organizar reuniones particulares en las que “piden” el Espíritu Santo a Dios. No obstante, el contexto y el texto original griego no apoyan esta interpretación. En griego está escrito: “a los que le pidan”, en vez de “a los que le pidan el Espíritu”. En los versículos anteriores Jesús enseña a sus discípulos a orar y, para animarles, habla de cómo Dios responde a nuestras peticiones. En el pasaje paralelo de Mateo 7:11 se dice “buenas cosas”, en lugar de “Espíritu Santo”. Así que, Jesús quiere expresar que podemos dirigirnos a Dios como a un padre que nos ama, cuando necesitemos ayuda y que lo que le pedimos es conforme a su voluntad (1 Juan 5:14). Aparte de esto, Lucas pone el énfasis en el hecho de que Dios da su ayuda a través de la comunión, la dirección y la fuerza del Espíritu Santo. Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés, cuando los seguidores de Jesús recibieron el Espíritu, mientras que la promesa de que Dios oye nuestras peticiones es válida también para los que ya están llenos del Espíritu. Hechos 4 nos da un ejemplo: los discípulos no pidieron el Espíritu Santo, sino el apoyo de Dios y Él les dio fuerza a través del Espíritu.
6 Resumen
La vida cristiana empieza con la decisión de arrepentirse de sus pecados y de seguir a Jesús. La respuesta a esta decisión por parte de Dios es que inmediatamente derrama su Espíritu sobre la persona que se ha convertido recientemente, para que ésta pueda experimentar que Él la acepta como a su hijo. A través del Espíritu de Dios, puede llegar a conocer el amor, la paz y la fuerza de Dios como ayuda en la lucha contra el pecado. El Espíritu Santo llena su corazón para hacerla capaz de amar a sus hermanos en la fe y a la gente que aún no conoce a Dios. Le ayuda a entender la sana doctrina sobre Cristo y a llegar a la unidad con otros creyentes. No hay creyente que, una vez converso, tenga que esperar al bautismo en el Espíritu Santo, porque es el hijo amado por Dios a quien Él quiere dar su plenitud.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. (Juan 1:12–16)
- De esa manera, Dios quería revelar su propio ser Triuno. Primero dio a conocer a su Hijo encarnado en Jesús. Envió al Espíritu Santo después del ascenso de Jesús a los cielos para que la gente entendiera que es un personaje distinto dentro de la Trinidad. Sin embargo, Juan 14 demuestra que no se puede separar la obra de los tres personajes. Para más detalles sobre este tema, consulte nuestro tratado sobre la Trinidad. ↩
- A pesar de que los términos de regeneración y renovación están conectados por la palabra “y”, se refieren al mismo concepto y ponen énfasis en aspectos diferentes. Este medio estilístico se conoce como “paralelismo”. Aquí se trata un PARALELISMO COMPLEMENTARIO, como en Salmo 46:1 – “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” La segunda parte de la expresión completa la primera. ↩
- La creencia en un “cristianismo carnal” en general se basa en una falsa interpretación de 1 Corintios 3:1–4. Pablo llama a los corintios hombres carnales. Según Galatas 5:19–21, los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Así también los corintios tenían que arrepentirse de aquellos pecados. La razón de ser carnales no es la de que aún no habían sido bautizados en el Espíritu, sino que no obedecían a Dios. Por tanto, tampoco habría sido la solución pedir el bautismo en el Espíritu, sino más bien luchar contra sus pecados. (rf. Galatas 5:13–15; 1 Corintios 3:16–18). ↩
- La expresión griega “gennao anothen” [desde arriba] puede significar tanto “nacer de nuevo” como “nacer de arriba” (como p.ej. en Juan 19:11.23). ↩
- En Lucas 1:35 encontramos una expresión similar: “Respondiendo el ángel, le dijo [a María]: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” Aquí la venida del Espíritu sobre María se refiere al acto poderoso del Espíritu en la concepción de la virgen. ↩
- En esta situación y también más tarde, cuando Cornelio se convirtió, podemos ver cómo se mostró la autoridad de las llaves (Mateo 16:19) concedido a Pedro por Jesús. En Hechos 2, 8 y 10 Lucas comenta la expansión del cristianismo: los judíos en la dispersión, los samaritanos y los paganos. ↩